La Patagonia es el sueño de todo viajero que se aventura en Sudamérica. Destino de los exploradores más audaces, desde Magallanes hasta Paul Theroux. Un lugar que no deja de inspirar y alimentar deseos de libertad y aventura en la naturaleza. Uno de esos lugares que hay que visitar al menos una vez en la vida.
Para el fotógrafo, amante de los paisajes, es realmente una oportunidad única.
Y no hay mejor momento para visitarla que el otoño, cuando los colores cálidos de la lenga, el ñire y el cohiue, del amarillo al naranja y el rojo intenso, encienden el paisaje y se unen a los colores fríos de la Tierra de los Glaciares, desde las tonalidades turquesas del lago Argentino hasta el azul del Perito Moreno, el Upsala y el Spegazzini. Sólo algunos de los escenarios que hacen del Calafate un destino turístico extraordinario y único en Argentina.
Escuchar el rugido de una ruptura del Perito Moreno y fotografiar la caída del hielo en las aguas del Canal de los Témpanos o caminar sobre la superficie de un glaciar, son experiencias imperdibles en un viaje a esta parte de la Patagonia.
Lo mismo ocurre con las estancias, símbolos de la cultura y la tradición, protagonistas de la historia de estos lugares desde tiempos remotos. Estas estancias ofrecen la posibilidad, no sólo de conocer la figura del gaucho en la Patagonia, sino también de acercarse a la naturaleza salvaje y explorar sus reservas privadas, quizás durante un paseo a caballo o una navegación en barco.
Si vas por la Ruta 40 hacia el norte, carretera escénica que pasa cerca de las orillas del lago Viedma, y luego tomas la Ruta 23, llegarás a El Chaltén, la capital del trekking.
Tras unos pocos kilómetros por la Ruta 23, aparece finalmente el monte Fitz Roy, que con sus altas paredes de granito y sus manchas de nieve perpetua, se alza imponente en el paisaje circundante. Meca de los alpinistas de todo el mundo: alcanza los 3405 metros sobre el nivel del mar y fue escalado por primera vez en 1952 por el francés Lionel Terray.
El panorama que se abre a los ojos del viajero es increíble. Desde cualquier punto de vista o ángulo que se mire. La sensación es la de estar ante algo irreal, un escenario fantástico.
Las posibilidades son infinitas para el fotógrafo: basta pensar en la variedad de cielos patagónicos combinados con los colores del otoño y las montañas del Parque Nacional de los Glaciares.
Si tienes suerte y el tiempo es bueno, los picos de granito al amanecer se vuelven de un rojo intenso, una emoción única. Es aún más singular si se experimenta desde una de las lagunas del altiplano donde se reflejan los picos.
Los senderos con diferentes niveles de dificultad que parten de El Chaltén ofrecen hermosas vistas, que cambian constantemente según la época del año y la luz, pero en otoño muestran su mejor versión.
Si no sos aficionado al trekking o no tienes la posibilidad o la preparación física para emprender largos recorridos, es posible encontrar diferentes puntos de vista y elementos interesantes con los que componer la escena en los mejores momentos de luz incluso sin moverte mucho.
Confiar en un fotógrafo profesional local, que conozca bien la zona, es siempre la opción ideal cuando se dispone de pocos días para aprovechar el tiempo. Lograras obtener buenas fotografías y compartir una experiencia única en el camino.
También merece la pena dedicar unas palabras a la gastronomía, un aspecto importante, sobre todo después de una larga caminata. Entre Calafate y Chaltén la oferta es amplia y de calidad, con opciones para todos los gustos y especialidades típicas de la Patagonia, desde la trucha al cordero.
En definitiva, un viaje que tiene mucho que ofrecer. No sólo es un paraíso para los alpinistas sino también para los fotógrafos. Hermoso en todas las estaciones, pero extraordinario en otoño.